jueves, 11 de febrero de 2010

de Yukio MISHIMA


La luz vespertina es fugaz y posee las características del vuelo. Tal vez constituye las alas del mundo. Como las alas de un colibrí que se irisan con el movimiento mientras absorbe el néctar de las flore, el mundo nos muestra un breve atisbo de su capacidad de remontarse; a la luz del ocaso todo vuela embelesado y en un éxtasis. Y luego al final cae al suelo y muere.