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Cuanto más se aproxima su final, más se inclinan los tulipanes hacia la ventana -como si la luz tuviese que decirles algo que ellos oyen cada vez peor-. La cercanía de la muerte los vuelve un poco sordos. Le piden al día que les repita lo que acaba de confiarles, un poco más fuerte si es posible.
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Ed. Gallimard, 1997