Un claro en un jardín oscuro o un pequeño espacio de luz entre
hojas negras. Allí estoy yo, dueña de mis cuatro años, señora de
los pájaros celestes y de los pájaros rojos. Al más hermoso le digo:
- Te voy a regalar a no sé quién.
- ¿Cómo sabes que le gustaré? –dice.
- Voy a regalarte –digo.
- Nunca tendrás a quien regalar un pájaro –dice el pájaro.