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Pájaros blancos me siguen agitando las
alas en el cielo plomizo. Pájaros que nunca había visto sobre el Tigres,
hermosos, brillantes, de patas finas y rojas. Plumas limpias, de ademanes
bailarines, bajan en picado y se zambullen. Los ruidos de los picos apresando
pececillos me hacen recordar a Mahmud. Caen cerca de mí, baten las alas,
flotan, sorben el agua y me miran. Todo lo que me rodea me hace entrar en su
seno, el seno del agua, el seno de los pájaros, el tacto de esas manos
encendidas en medio del Tigres. Grito el nombre de Mahmud.
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Ediciones del Oriente y del Mediterráneo. Madrid, 2000